Básicamente, como ya hemos mencionado el lupus es una enfermedad del sistema inmune. El sistema inmune de las personas con lupus funciona mal. Se producen anticuerpos no solo contra invasores extraños, sino también contra el propio organismo. Estos anticuerpos viajan a donde los lleve la sangre, y finalmente se depositan en distintas partes del organismo, como la piel, las articulaciones, los riñones, etc. Así, estos órganos u otros se pueden inflamar por la presencia de esos anticuerpos, y tornarse rojos, calientes, hinchados y dolorosos. Es por esta razón que los pacientes con lupus tienen inflamación de las articulaciones (artritis), de la piel (erupción o dermatitis), caída del cabello, cambios de color de las manos con el frío (fenómeno de Raynaud), o llagas en la boca. Estos síntomas, aunque son muy molestos y desagradables, no dañan seriamente las funciones del organismo, y pueden ser tratados con medicación “suave”. Pero si los órganos internos se comprometen, el problema es mucho más serio. Los niños y adolescentes con inflamación de los riñones desarrollan nefritis, y a otros se les puede inflamar la membrana que recubre el corazón o los pulmones (pericarditis y pleuritis). La prevención y detección de la inflamación de los órganos internos son muy importantes, y solamente posible a través de visitas regulares al médico, quien solicitará análisis de sangre y orina, que ayudan a conocer el estado de los órganos internos, aún antes de que aparezcan síntomas. Es mucho más fácil tratar el lupus cuando solamente los análisis están alterados que cuando ya algún o algunos órganos están afectados.
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